Me estoy yendo sin saber adónde, tras el ladrido de perros o el toque de campanas; me estoy yendo, desoído, sin saber dónde habitaré mañana ni el refugio donde depositaré a este corazón. No hay casi pájaros de los que despedirse ni con los que volar en estas fechas de invierno, y las playas de ensueño están lejanas, muy lejanas y en silencio, como si soñaran el alba en mares aún no descubiertos ni vistos jamás por esos tipos de seres a los que llamamos humanos. Me estoy yendo, después de tanto tiempo muerto y de tanta espera aparentada. He andado perdido entre espejos y sostenido por la vida, dativa y caprichosa, y ahora ando despacio, con el alma al raso y el cabello escaso y blanquecino, recordando tal vez una canción o una película quizás que, para el caso, lo mismo es y da lo mismo. Vuestro es el territorio que dejo y el que ocupéis, pues no necesito propiedades ni gobiernos ni libros que se venden y se compran como se venden y se compran los objetos o bienes de mercado. Vuestra es mi biblioteca errante y errabunda, si podéis encontrarla.Yo fundaré otro infierno y otros cielos, acarrearé la lluvia con las manos y les escribiré cartas a los muertos de olvido y a esos seres fantásticos de los que nadie habla, pues nadie logró verlos.
Me estoy yendo sin motivo aparente, hecho símbolo acaso de mi soledad solemne y salerosa, mientras barre la neblina el polvo de mi cuarto oscuro y silencioso, donde a veces el alma se ilumina y, en ocasiones, se abisma el cuerpo, desbocado de noche o palpitando de imposibles. Me estoy yendo para inventarle recuerdos a esas almas que se abrazaron a mi sombra, no por interés, no por mandamiento ni mandato, sino simplemente por delicadeza, por ternura. Escrita queda mi sonrisa para quienes me amaron, y escrita también mi dureza para quienes me arañaron con la suya o me mancharon de estulticia innecesaria. Quise ser mago cuando era mucho más niño de lo que soy ahora; quise ser músico, y tuve estrellas en la mano izquierda que acaricié con la derecha. Vuestro es el territorio y vuestra es la pluma: la que vuela sola y la que ya no pinta. Debajo de ese árbol, en algún lugar polvoriento y caluroso de Perú, quedan mis aforismos celestes y mis versos para abrir la puerta del infierno que fundé - o me fundaron.
Nonudra, 30/12/2015
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