EL TÉVERE A SU PASO POR ROMA
El Tévere se extiende como el brazo
de una madre cansada y perezosa;
sus aguas son de carne entreverdosa
y es blando el ademán, antiguo el trazo
de esa línea curvada de su abrazo;
no es un río presente, es una fosa,
es una tumba viva y temblorosa
que va hundiéndolo todo en su regazo;
y el pesacador inmóvil, silencioso,
el "froccio" casi lírico, la rata
repentina, las putas ambulantes.
un pájaro saltando, un "cane" ocioso,
un lujo de basuras -vidrio, lata-,
le bordan dos orillas delirantes.
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