M A D R I D
Breve encuentro con la ciudad que más me quiere.
Madrid, cualquier mañana o cualquier tarde en que se suben al alma los recuerdos por los aromas, y los años pesan como sacos de arena, mientras las cicatrices, leves, nos enseñan el retrato del pasado, y los ojos nos muestran la cama donde dormimos o despertamos al amor
Madrid, cualquier mañana o cualquier tarde, entre luces y reflejos sin ojos dorados, pero con la vista puesta en el día de marras, cuando había golondrinas en la habitación de Bécquer y hojas de otoño diseminadas por los pazos gallegos.
Madrid, donde se arañan las paredes con la vida de los otros, y es la nuestra sólamente una caricia del tiempo a las calles, al lugar donde fuimos felices acaso.
Madrid, cuando ya no nos queda de los sueños más que un pedazo de nada hecho ya arte o desalojo de nosotros mismos.
Madrid, ahora que el otoño se otoñece, y pensamos en la lumbres aquellas que aliviaban el invierno y nos daban luz para leer Flecha Roja y El Capitán Trueno.
Madrid hecho recuerdo, rastro de emociones y de amores fugaces como estrellas en día de San Lorenzo esta mañana de Septiembre, jugando con la esperanza al corre que te pillo, mirándole a los ojos a esa estatua que duerme, indefinida, como si nunca más fuera posible regresar al Paraíso.
Madrid pintado fugazmente con palabras azules y sonidos de trenes.
Madrid buscando peces contra los acantilados de la niebla y el olvido.
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