jueves, 22 de mayo de 2014

Manuel del Cabral

De  pronto   toda  la tarde
la  llena  un  brazo  mendigo.
Me  voy acercando al  brazo,
y  no  hay  nadie,
y  no  hay  nadie.
No encuentro  nada.
No hay  nada.
Solo yo, desnudo  y  vivo,
sin  nada, existiendo  solo.

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