De falsa levedad sus ojos llenos,
no lo reconocí ni en sus palabras
ni en sus hechos,
y me inundó algo así como la pena
frente al suicidio de mi orgullo
bajo su mirada esquiva;
por eso y porque ser poeta
no es ningún oficio,
ni lo es quien quiere tampoco,
voy a decirte algo, amigo,
sin que sirva de precedencia:
Que mientras siga fiel
a quien más me amó en el mundo,
ante tus falsas y huidizas apariencias,
podré sentirme vivo.
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