sábado, 31 de diciembre de 2011

los treinta y un deseos

Quiero ser el dueño de mis decisiones.
Quiero una tumba sin nombre ni ataúd ni cadáver.
Quiero ir y venir de donde voy a donde vengo.
Quiero saber matemáticas y geometría.
Quiero leer entero a todo Paracelso.
Quiero marearme sin altibajos.
Quiero hacer el amor sin cansarme y sin casamiento.
Quiero tirar el mar a la tierra y la tierra al mar.
Quiero que me quieran los que me esperan y a los que desespero también.
Quiero tener pocas obligaciones, tan pocas como sea posible.
Quiero el estado del bienestar para los anestesiados por el olvido.
Quiero la paz, la palabra y a la puta que me ame.
Quiero la montaña rusa y el valle de la infancia.
Quiero mi primer balón de fútbol.
Quiero poder salir siempre de donde no quiera estar.
Quiero más soledad solidaria que solidaridad social.
Quiero poetas vivos en las bibliotecas, en los museos y en los prostíbulos.
Quiero una orden de Dios para incumplirla -o no-.
Quiero saber si los muertos saben.
Quiero quedarme perplejo ante la osadía sexual.
Quiero que las personas tengan hambre y sed de justicia.
Quiero que desaparezcan los sentidos y aparezcan los sentimientos.
Quiero que a todos los magistrados se les registre la conciencia.
Quiero que vengas cuando te vas.
Quiero un pensamiento único e incalificable.
Quiero concursar en una contrarreloj de silencio.
Quiero ser yo-yo y viceversa.
Quiero un catálogo completo con todos los milagros de todas las épocas.
Quiero que al hacernos viejos, el sexo se rejuvenezca.
Quiero que todos los arquitectos estén fuera de servicio.
Quiero recorrer los continentes que contengo o me contengan.

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