miércoles, 12 de octubre de 2011

A veces un poema me ronda en la cabeza, secretamente viene
y va cual el viento y el ave que lo surca. Cuando esto sucede
se me alegran los ojos y la mirada busca aquello que no existe
en apariencia, se acarician las manos sin pensarlo, y los labios se muerde
el pensamiento. A veces lo escribo con palabras; y otras, nadie
podrá jamás leerlo. Ahora, por ejemplo, imagino que alguien lo descubre
y siente un hondo y hermosos escalofrío sin motivo aparente. Eso me basta
para dejar patentes en el aire los ecos que lo nombran y su fórmula.

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