jueves, 11 de noviembre de 2010

Dije en cierta ocasión que no iba a hablar más de política ni de economía ni de justicia, en España. Sin embargo, es difícil no hacerlo estando en este país y escuchando cada día los mismos argumentos consabidos e insustanciales, las mismas entrevistas consentidas y sin sentido, idénticas declaraciones más interesadas que interesantes.
Empezando por la política, que sí me interesa, aunque no quienes viven o malviven de ella o por ella, es increíble contemplar y soportar el ir y venir de tanta medianía y de tantos ideólogos, nacionalistas e intelectuales que no conocen más que a sus padres o a sus adversarios políticos. Entiendan y sepan de una vez que la política la hacen los bancos, el europeo, el internacional o el de debajo de su casa, que las crisis las crean o las inventan los bancos, ellos las patrocinan y ellos las financian. Y que las burbujas inmobiliarias o de cualquier otro tipo las inflan los bancos, con la anuencia y la complicidad, por interés, de los estados. Sobre todo, de los estados democráticos que son quienes adoran y creen en el libre mercado y en las mayorías, aunque las mayorías sean tan estúpidas como incultas, tan vulgares como faltas de calidad. Tanto, que a estas democracias hijas de la estulticia, se les podría aplicar con acierto aquella máxima anarquista: "Come mierda porque un millón de moscas no pueden equivocarse".
En cuanto supiéramos quienes inventaron la crisis y el porqué, sabríamos contra quienes estar y para qué. Por eso, jamás nos lo dirán.
En lo referente a la economía, piensen, por ejemplo, en los sueldos de los españoles y en los precios de los alquileres en España. Háganse a la idea de por qué somo un país con tanto desempleo y tantos beneficios en sus grandes empresas. Pregunten a quienes pueden contestar por qué media España está hipotecada y la otra media deseando hipotecarse. Averigüen de dónde provienen los ingresos del Estado y a dónde van sus gastos. y ,en fin, tengan el valor, la osadía y la desfachatez incluso de pensar por sí mismos y decir lo que les venga en gana, si es que saben decirlo. Ah, y otra cosa, observen cómo visten banqueros, abogados, agentes de la propiedad, notarios y agentes inmobiliarios. Visten tan bien como mal actúan. Sería estupendo preguntase por qué.
Hablando ya de la justicia, qué espectáculo los apoyos y diatribas al Sr. Garzón, que no es sino un magistrado mediocre, según mi criterio, y una persona con ansias de notoriedad, protagonismo y poder. Y mejor olvidar al Sr. Bermejo, un ex ministro tan inútil como inusitado, o al Sr. Mena, un ex fiscal tan partidista como partidario de hacer lo que él convenía y no lo convenido por la Ley. Mucho peor sería referirse a determinados procedimientos, sedes judiciales, secretarías y otras instituciones relacionadas, porque no haría falta profundizar mucho para descubrir hechos y sacar conclusiones verdaderamente alarmantes e inconcebibles en un estado tan democrático como el nuestro. Pueden imaginar las fiscalías de menores, los juzgados de violencia de género, los registros civiles o los juzgados de guardia; o mejor, visítenlos, vayan a verlos.
Sé que hablar de esto no es ni politicamente correcto ni ilustrativo para casi nadie, por lo cual prometo desde ahora no volver a hacerlo al menos en unos años, salvo que me obliguen las circunstancias o los circunstanciados.

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