sábado, 2 de octubre de 2010

Me arrebañé metiéndome los dedos en la boca el sabor que en ellos había dejado su sexo. Y luego me senté a ver las cosas de otro modo, ya cerca de los sesenta y sin oficio alguno. Pasaron unos pájaros como tantas otras veces, pero esta vez me reconocieron. Y yo a ellos.

No hay comentarios: