domingo, 18 de julio de 2010

Tenía unos ojos grandes,
redondos, luminosos, incluso
desolados a veces, secretísimos.
Era sombra de una canción,
eco de algún silencio.
Tenía unos ojos grandes,
desolados incluso.
Se llamaba Miguel
y fue barro en destierro
acaso sin quererlo.
Tenía unos ojos grandes,
redondos, luminosos,
desolados a veces, celestes,
s e c r e t í s i m o s.

(A Miguel Hernández)

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