viernes, 27 de junio de 2008

Tiene Madrid un aroma...

Madrid tiene un aroma que no se puede decir:
A extraños vagabundos sin destino,
a mercado de ocasión, a libros viejos,
a restaurantes de lujo y ministerios,
a sexo en soportales de barrio, a churros
de madrugada y a barquillos,
a cenicientas, doncellas, obispos y princesas,
a hoteles de postín y pensiones baratas,
a putas, a mendigos, a reyes y a criadas,
a café con anís, a tortilla de patatas,
a cines y a teatros, a sueños y a pesadillas,
a zapatos usados, a quincalla y a retales,
a bares y tabernas, a toreros y toros,
a gatos por los tejados y perros por las esquinas.
A tarde de verbena y noches de "pleniluvio",
a cazalla, orujo y abandono,
a academia, esperpento y greguería,
a palacios reales, a iglesia y a buhardilla,
a moros y cristianos, a chopos, a gitanos,
a casa de huéspedes y a casa de comidas,
a luna en los estanques, a sol al mediodía,
a retiro sombreado, a casa derrengada,
a gatos por los tejados y perros por las esquinas.
Madrid tiene un aroma a pastelería antigua,
a rastro, a matadero, a poesía.

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