lunes, 15 de octubre de 2007

Bohumil Hrabal

Leí Una soledad demasiado ruidosa, hace ya casi veinte años, un día o una noche, que ya no me acuerdo bien, entre Barcelona y Amsterdam o quizás entre Amsterdam y Barcelona. Desde entonces, me sedujo aquel hombre, amigo de las putas, los pícaros y las palomas. Desde entonces también, lo imagino rodeado de gatos, sentado frente a su pinta de cerveza en cualquier taberna, o tal vez oyendo pasar los trenes, como aquel personaje de Georges Simenon. Pero supe que un día salió por la ventana y se fue cual los pájaros y no regresó nunca, y maúllan los gatos desde las azoteas, y zurean, tristes, las palomas desde los campanarios, y todos los trenes dicen adiós con su pitido.

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