martes, 28 de agosto de 2007

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Se te murió, RAMÓN, el último amigo verdadero, contra esta luz de agosto faulkneriana, por falta de aire, dicen los médicos y, por falta de esperanza, digo yo. Se te murió, RAMÓN, el último amigo literario y tertuliano como tú, ahí por Madrid, señalan los periódicos; yo digo que en todos los lugares donde habitó la belleza convulsa o donde anidó el esperpento. Se te murió mortal y rosa, como era, cuando no quedaban gatos vagabundos en Madrid ni soledad en las estrellas y sí muchos hombres perdidos y muchas mujeres valduendas. Se te murió, RAMÓN el último amigo verdadero, sin entrar en la Academia, y ya lo llora, todo, España, pues sabe ella que no habrá un "vuelva usted mañana" para él, ni una "cuesta de Moyano" que subir y que, aunque la Puerta del Sol siga abierta a todas las patrias y a todas las mujeres ensoñadas, ya no será posible que cruce sus umbrales el poeta.
Se murió Paco Umbral un día, porque el azar lo quiso, en que se fue también un futbolista con nombre de torero, de Sevilla a la gloria.

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